Cuarto día de la Novena – Por los Difuntos
1 agosto, 2023Palabra de Dios
“Para mí la vida es Cristo, y la muerte es una
ganancia… Deseo partir y estar con Cristo”
(Filipenses 1, 21.23).
Meditación
San Cayetano enterraba a difuntos que morían por la peste, o a difuntos abandonados de los hospitales, y rezaba por ellos para que el Señor los reciba en el cielo.
Cuando un ser humano muere, eso no significa que Dios lo ha abandonado. Porque los seres humanos
somos eternos, tenemos un comienzo, pero no tenemos fin. Un ser humano no es sólo un cuerpo que
puede morir o ser destruido. Esa persona que ha muerto en realidad está viviendo. Es amada por el Señor que sostiene su existencia. Nuestros ojos no ven su cuerpo, que ha muerto, pero eso no significa que no
exista. Dale gracias a Dios porque él le está regalando la vida a ese ser querido.
Cuando le anunciaron a san Juan XXIII su muerte próxima, su reacción inmediata fue decir: “Me han anunciado la noticia más hermosa. Me voy a la casa del Señor”. Pero si algunas cosas no han sido purificadas en la vida de una persona, Dios con su amor puede purificarlas aunque sea después de la muerte. Porque él quiere que entremos en su presencia celestial limpios y liberados de toda mancha.
Aunque él nos perdone en el último instante de nuestra vida, de alguna manera tendremos que reparar por los males que hemos cometido. Los difuntos que no han sido completamente purificados en esta vida, pasan por esa purificación después de la muerte. Eso se llama “purgatorio”.
Precisamente por eso, nosotros podemos ofrecer nuestra oración por los difuntos. Con nuestra oración, podemos acompañarlos y ayudarlos a superar con más facilidad esa purificación después de su muerte, para que lleguen a la felicidad perfecta del cielo.
Dice la Biblia que orar por los difuntos “es algo santo y provechoso” (2 Macabeos 12, 43).
Puede ocurrir que te sientas culpable porque alguna vez obraste mal con esa persona que ya murió. Pero nunca es tarde para pedirle perdón. En un momento de oración podés pedirle perdón a esa persona, y como ahora está en el amor del Señor sin duda te perdonará y Jesús los abrazará a los dos. O quizás alguna vez te sentiste ofendido por algo, y nunca lo conversaste, y eso ha quedado dando vueltas en el corazón.
Entonces es necesario hacer las paces. Mirando el rostro de esa persona difunta con tu imaginación, podés decirle con claridad que ahora comprendés tu debilidad. Y aunque no la justifiques te liberás de eso y la perdonás, con un abrazo de reconciliación.
Oración
“Señor, te rogamos por nuestros seres queridos que ya
murieron, los dejamos en tus brazos. Te pedimos por
la intercesión de San Cayetano que los purifiques de
todo mal y les abras las puertas del cielo. Amén”.